ESCRITA POR: LIC. ALFONSO CLASE

Varios ejemplos nos sirven de evidencia. Una mujer transita por una calle de un sector residencial de Gazcue y de repente aparecen dos jóvenes en una motocicleta. El que ocupa la parte trasera lleva una pierna enyesada y es él, precisamente, quien saca una pistola, encañona a la dama y se le lleva todo.

Un amigo mío que trabaja como visitador a médicos, y que es exageradamente precavido, me cuenta que fue atracado por un motorista mientras se desmontaba de su vehículo. Dice que quien lo asaltó era un joven bien vestido con corbata y usaba el reglamentario casco protector. El delincuente le arrancó de la cintura, con una habilidad increíble, el celular que llevaba dentro de un estuche y se perdió a toda velocidad entre los carros que circulaban por la avenida Sabana Larga, en la provincia Santo Domingo.

Otra estrategia, muy gastada por cierto, es acercarse al ciudadano para pedir una dirección cualquiera. En esas circunstancias, se aprovecha la buena fe y el descuido de la persona para atracarla. Así han caído muchas víctimas.

Ahora la moda es atracar a plena luz del día en los colmados. Los delincuentes, que siempre andan en grupo de cuatro, encañonan a todo el que se encuentre en ese lugar, vacían las cajas donde está el dinero y hasta sustraen tarjetas de llamadas y whisky. Y alguien se le ocurre intervenir, tiene una muerte segura.

¿Quiénes son esas personas? Comúnmente son buenos tiradores, lo que hace suponer que han recibido entrenamiento militar. Algunos reportes policiales señalan que en esas jornadas delictivas participan civiles, policías y militares activos y retirados, muchos de ellos ya encarcelados y otros se mantienen en las calles reincidiendo en esos delitos, bien armados.

También suelen usar los parqueos de los sectores residenciales para hacer transacciones sospechosas. Y no es un invento. Quien esto escribe observó en tres ocasiones a personas desconocidas penetrar al área de parqueo donde resido para esas operaciones.

La tarea es simple. Entra un vehículo, preferiblemente una jipeta, se parquea, mientras un carro (casi siempre un taxi) se estaciona detrás a la espera de alguien que se encuentra en el primer vehículo. Dos sujetos dentro de la jipeta se intercambian dinero, luego uno de ellos baja y aborda el taxi y abandonar el lugar en direcciones opuestas. Esa transacción se realiza en pocos minutos, en horas de la noche. Los inquilinos tuvimos que ponernos en alerta y avisar a la policía. Por suerte, esos individuos jamás han reaparecido.

Otro detalle nos da una idea de cuánto irrespeto a la propiedad ajena se está dando. Algunas parejas deciden cometer acto de adulterio. Ambos tienen vehículo. Sencillamente entran a un parqueo de un residencial o de un supermercado, dejan uno de los vehículos, sin autorización, y se van a disfrutar del placer sexual. Comúnmente, el carro que se deja estacionado es el de la mujer adultera.
Por último, ya existen parejas que se parquean en los entornos de esos residenciales a sostener relaciones amorosas dentro de los vehículos, aprovechando la oscuridad de la noche y el tenebroso tintado de los cristales. He sido testigo de arrestos que han hecho los policías que patrullan las calles en motocicletas.

Algunas de mujeres que se entregan a esas faenas son menores de edad y otras tienen maridos, según los testimonios confidenciales de los agentes que participan en los operativos circunstanciales. Otros escenarios preferidos para esas prácticas son las avenidas y los parqueos que existen en el malecón.